Prologo
La luz salía del fondo de las montañas como cada mañana en
la ciudad de Rother, dando paso a un sol resplandeciente iluminando los
primeros minutos de vida a la ciudad, dejando a la vista los cantos de unos
gallos en las granjas de las afueras, mientras dentro se oía el primer murmullo
de la gente paseando hacia su trabajo, el panadero comenzaba a elaborar su pan
de cada día dejando un olor agradable en el ambiente. Los cazadores cogían sus
arcos y sus lobos para ir de caza a buscar oro que alimente a su familia. Los
guardias de la ciudad despertaban de su noche larga apostados en los muros de
la ciudad mientras son sustituidos por los del turno de mañana. Los niños
comenzaban a salir a la calle en dirección a la escuela con el sonido de sus
campanas. Los pájaros despertaban en los arboles con unos canticos hermosos que
solo apreciaban los que adoraban la naturaleza. Las mujeres salían al mercado a
comprar lo necesario para sus familias y algún que otro capricho para sus
pequeños mientras cuchicheaban sobre las noticias del vecindario. Todo ello
ocurría a primeras horas de la luz mientras el Gobernador de la ciudad miraba
todo tranquilamente por la ventana de su agradable palacio, apreciando la buena
obra que había construido después de años de guerras sin cesar. Al fin la
ciudad respiraba tranquila y el Gobernador podía descansar, disfrutar de su hija
y, si acaso, salir de noche con sus queridos aliados a tomar algo.
- Gobernador, su hija está lista para ir al colegio. – Dijo
el noble paje entrando en la gran sala.
- Vale, ahora la acompaño.
El Gobernador dejó de mirar por la ventana para salir de su
gran sala y comenzar el paseo matutino por la ciudad hasta la escuela de su hija.
Cuando llegó a la entrada vio a una joven muchacha
esperándole con una sonrisa de oreja a oreja. Era joven, alta, pelinegra y con
unos ojos de color esmeralda. Tenía una piel pálida que la hacía parecer
delicada y unos labios tan rojos como la sangre. Era la belleza de la ciudad,
un ángel caído del cielo como muchos decían.
Esmeralda, con 16 años de edad, iba a la escuela superior de
la ciudad. Era una joven con un carácter fuerte y orgullosa como su padre, pero
a la vez era bondadosa y enamoradiza como su madre. Su belleza era recogida por
su madre, como muchos decían, muerta por la fatal pasada guerra que destruyo a
más de una familia en la ciudad.
El gobernador, como cada mañana bajo las escaleras dispuesto
a abrazar a la joven, quién aceptó el abrazo con mucho gusto.
- Tan Bella como siempre.
- Padre, alguna mañana va a conseguir que me sonroje de
verdad- Contestó la joven Esmeralda dándole un beso en la mejilla a su padre e
introduciendo el brazo por el hueco que su padre ofrecía para ayudarla a subir
a la carroza que les conduciría hasta la escuela.
Cuando al fin subió
el gobernador, la puertecita se cerró gracias a un guardia y comenzaron
el camino hacia la escuela, sentados uno enfrente del otro. La joven miraba por
la ventanita como la actividad de la ciudad aumentaba al paso de las horas. Su
padre contemplaba la belleza de la joven, nostálgico y con la mente en otro
lado.
Esmeralda se dio cuenta y supo que era el momento de
proponerle algo que quería hacer hace mucho.
- Padre ¿Le importa que cortemos el camino hoy y vaya yo a
pie a la escuela el resto del camino? Me gustaría conocer la ciudad sin
guardias a mi lado, pasar desapercibida por un día y ver cómo se comportan conmigo
sin que tenga protección.
Su padre la miró durante un segundo incrédulo.
- Esmeralda cariño, sabes que eso me es imposible, aunque no
lo parezca tengo enemigos allí fuera y muy fuertes y si te ven por allí desprotegida
no van a desperdiciar el momento para atacar lo que más me puede doler y lo
sabes.
- Padre, esos años ya pasaron, ahora esto es una ciudad
pacífica no me pasara nada, se lo prometo, por favor padre, quiero darles a los
niños estos panecillos también.- le suplicó Esmeralda enseñando a su lado una
cesta llena de panecillos de la cocina. El gobernador la miro firme pero al ver
la cara de súplica de su hija se guardó el orgullo por una vez y le dio un beso
en la frente, luego hizo un gesto para que pararan el carro y la joven
Esmeralda sonrió de nuevo de oreja a oreja, abrió la puertecita le dio un beso
de agradecimiento a su padre y bajó ilusionada para comenzar su camino hacia la
escuela superior, sola.
Su padre la miró como avanzaba emocionada y llamó a uno de
sus guardias.
- Seguidla, sin que se dé cuenta, ella podrá decir lo que
quiera pero soy el Gobernador y su padre y no está a salvo en las calles.
- Sí señor.
El guardia salió detrás de la joven cogiendo unos trapos por
el camino para poder disimular su uniforme. Mientras el Gobernador decidió
volver a su Gran Casa y comenzar con los papeleos del día.
Esmeralda se tapó los cabellos con la capucha de su capa de
color blanco y se introdujo en unos callejones donde poco después se
introduciría el guardia. Esmeralda no era tonta y sabía perfectamente que su
padre había enviado algún guardia a vigilarla, su principal objetivo era
esquivar a dicho guardia y después dirigirse al lugar que no podía ir con su
padre.
Quince minutos y varios callejones después Esmeralda había
conseguido esquivar al guardia de su padre y con ello pudo dirigirse a su lugar
de encuentro. A medio camino tiró los panecillos en el estiércol de caballo, no
tenía ninguna intención de dárselo a los estúpidos críos. Entró en uno de los
callejones, más adelante, totalmente escondidos. Al final de él había una
puerta ocultada con magia.
- ábrete- Dijo en una lengua desconocida. La puerta oculta
se abrió y la joven entró en el recinto mientras dicha puerta se cerraba detrás
de ella.
- Vaya cariño, si que se ha pegado tu padre a ti desde que
se acabó la guerra.- Dijo una voz en las profundidades.
- Cállate, ese vejestorio no sabe ni con quien trata aún
piensa que soy su dulce angelito.- Dijo Esmeralda con la voz totalmente
cambiada, además de su expresión. Ahora tenía más las afinidades de una joven
sádica.- ¿Has llevado mi sustituta a la escuela ya?
- Sí, todo está saliendo justo como planeamos, mañana por la
mañana el Gobernador amanecerá muerto y tú serás la nueva Gobernadora, y la
gran tirana de la ciudad.
- Justo como lo planeamos.- Dijo Esmeralda sonriendo acercándose
a su amado oculto en las sobras. Ambos rieron con ganas mientras ella se
quitaba la capa blanca mostrando en su interior el escudo de los enemigos del
Gobernador, ambos se fusionaron con las sombras, con el deseo de ver cómo el
Gobernador amanecía muerto sin saber si quiera quien lo envenenó.
Eran las once la noche cuando el gobernador entró en su
dormitorio esperando a uno de sus más aliados compañeros. Había cosas que hoy
no habían cuadrado y no le gustaba nada al gobernador. Primero el guardia
pierde la pista a su hija, después su hija tuvo durante todo el día un
comportamiento muy extraño, por no decir que sus ojos esmeralda parecía haber
perdido entonación. Algo no cuadraba, y ese algo tenía que ver con su hija.
- Gobernador, ¿me ha llamado?- dijo el paje entrando en su
dormitorio.
- La joven que dice ser mi hija, no es mi hija. Estoy
seguro.
El paje incrédulo tuvo que mirar dos veces a su gobernador.
-Gobernador, no le entiendo.
-Sus ojos, Xela ¡Sus ojos! Son mas apagados, los de
Esmeralda son mas vivos, mira la fotografía- Dijo el gobernador a su Paje.
-Señor, habrá tenido un mal día en la escuela, yo la veo
igual que siempre.- dijo el paje convencido.
El gobernador lo miró dos veces y tuvo que creerlo, no había
otra explicación, el guardia había sido un imbécil al perderla de vista…
- ¿Algo más señor?- preguntó el paje, pero entonces el Gobernador
recordó otra cosa que pasó por alto esta mañana.
Su hija dijo que quería simplemente regalar panecillos ella
sola sin guardias ni padre por medio, pero el guardia dijo que ella estuvo
callejeando para seguramente perderlo de vista y así lo consiguió. Y más tarde
el guardia encontró los panecillos tirados, en unas calles mucho más lejas de
la escuela, en estiércol…
-No, no puede ser…
-¿Qué no puede ser señor?- Pregunto el Joven Xela.
¿Y si lo sabía? ¿Y si sabía que su padre se enteró del
romance con el joven Amil y que ordenó matarlo excusándolo de ser del enemigo? Si
fuera así, estaba perdido.
-¿Señor?
- Xela, vas a hacerme un gran favor…- El Gobernador miró
hacia la ventana de su dormitorio, sabía que él o ella existía y estaba por
algún lado naciendo ahora mismo incluso…- Vas a tener que hacer un seguimiento
a todas las casa de la ciudad hasta encontrar la familia de una taberna de la
ciudad que cerró hace meses, esa taberna se denominaba el Rincón del puerco. La
hija de esa familia, la mayor, una joven de unos 20 años quedó embarazada después
de la noche que derroté al enemigo quemando a Amil y su ejército. El bebe fue
fruto mío y de su madre esa misma noche, la madre no quiso nada de mí, pero
tengo sospechas de que el enemigo no fue derrotado esa noche y por ello
necesito que la encuentres, la lleves a las afueras de la ciudad lejos de aquí,
en el pueblo más cercano déjalas proporcionales un hogar con ganadero y entrégales
una gran suma de monedas par a poder sobrevivir. Necesitamos que ese bebé
permanezca seguro hasta sus 18 años.
- Pero señor ¿Por qué? No lo entiendo ¿Por qué ahora?
- Algo me da que mi princesita se a convertido en mi peor
pesadilla.-Dijo el Gobernador mirando a un punto fijo en la ciudad, algo le
decía que de esa noche no pasaba, y su instinto nunca le fallaba.- Otra cosa,
tú te quedarás a vivir con ellos, o como vecino, no podrás volver a la ciudad.
- Pero señor…
-¡HAZLO!-Gritó el Gobernador
Xela salió corriendo del dormitorio y recogió todas sus
pertenencias en la casa siguiendo las órdenes del señor, salió de la Gran Casa,
donde nunca volvió a poner un pie encima.
Esa noche el Gobernador vio a Xela salir de la Gran Casa en
dirección a la ciudad cogió una carta, ordenó que viniera su notario, escribió
un nuevo testamento, desheredando a Esmeralda y lo firmó, se lo entregó al
Notario que también tuvo orden de esconderse y de no ser vito por nadie, el
nunca había estado allí. Por último, el Gobernador se acostó en su cama
intentando coger el sueño.
A mitad de la noche oyó la puerta de su dormitorio y la voz
de su hija preguntando si estaba despierto. Notó como unas gotas se deslizaron
por su boca pasando por la lengua y entrando por su garganta. Quiso recordar
los últimos momentos de su mujer y su hija con el juntas… Y felizmente calló en
un sueño profundo del que nunca despertó.